Estamos listos para salir (¿?)
04/06/2020

Estos últimos días, fuimos testigos de la desorganización que hubo para que los jubilados y pensionados puedan cobrar sus haberes de manera que puedan tener el efectivo en la mano que se necesita para vivir la diaria. Esto puso al descubierto la falencia de varias estructuras como; las estatales, las financieras (Bancos) y sindicales.
Para ponerla simple, se confiaron en que ya estaba todo hecho y se pusieron de acuerdo solo en distribuir fechas de cobros según DNI y los resultados salieron a la luz. Fue todo un desastre, se rompió la cuarentena y se puso en riesgo al sector más vulnerable al virus, los adultos mayores.

Falló el manejo de la información también. Los medios y la comunicación oficial del Gobierno no hicieron más que confundir a la sociedad que solo manejó títulos de noticias y no se calculó como la gente resuelve las dudas del tipo ¿puedo cobrar o no? Y, quienes podían cobrar y quienes no, se agolparon en las puertas de los bancos para evacuar las dudas.

Esta, sin dudas, fue la prueba de fuego que tuvimos como sociedad para autoevaluarnos ante la necesidad de que se acabe la cuarentena, porque la necesidad la tenemos todos, pero ¿Estamos listos para salir?

Las empresas chicas, medianas y grandes, que con justa preocupación plantean una flexibilización para que la cadena de comercialización no se corte, para que la circulación de efectivo no se vea entorpecida por la burocracia financiera. ¿Cómo se preparan, junto a sus empleados, para volver a la calle? ¿Se capacitan para manejar las medidas sanitarias cotidianas y de restricción?

Las entidades financieras y/o Bancos, principales responsables de la logística y distribución de los billetes, que con gran preocupación no quieren juntar a la gente en los grandes salones de espera y que hasta la semana pasada no querían romper con el riguroso horario de atención al público, ¿Cómo se preparan para la descentralización de la atención? ¿Están capacitando a los clientes para el manejo de sistemas electrónicos? ¿Se están ocupando de mandarle la tarjeta a todos los que no la tienen?

Los sindicatos, preocupados por los derechos de los trabajadores, por la salud y las medidas de protección sanitaria de cada empleado agremiado. Representantes de grandes grupos de trabajadores ¿Están proponiendo alternativas operativas? ¿Están hablando con los agremiados para concientizar al respecto de la vuelta al trabajo?

Los equipos de gobierno, encargados de ejecutar las decisiones de los jefes, que manejan todas las herramientas necesarias para operativizar cualquier acción necesaria, que manejan las formas de la comunicación ¿están evaluando la demora en la organización de la sociedad toda? ¿Están evaluando el apoyo logístico que todavía se necesita para terminar la cuarentena?

Lxs ciudadanxs, que estamos tan preocupados por cómo llevar la cuarentena, que tenemos la necesidad de salir sea cual sea el caso, que sin dudas esperamos con ansiedad la hora de volver un poquito a la normalidad ¿Estamos preparados para estornudar en el brazo? ¿Para lavarnos las manos? ¿Para saludar con el codo? Para decirle al otro “tomemos distancia de un metro” y no sentir que se le está ofendiendo y si es al revés, nos sentirnos ofendidos. ¿Estamos preparados para suspender el contacto físico que supone afectividad en el saludo? Si nos saludamos con el codo, no quiere decir que te tenga miedo o asco, sino que te estoy cuidando, pues yo puedo contagiarte también.

El principio de solidaridad que marcaba Alberto Fernandez al inicio de todo el caos, suponía una nueva forma de relacionarse, de pensar en el otro en un contexto propicio para esto. La solidaridad que aflora cuando todos estamos en peligro o cuando todos tenemos la misma necesidad. Esa solidaridad que está implícita en un país con largas historias de lucha y ha quedado escrita como en el famoso pacto de solidaridad de 1904 donde dice como sentencia de todos los trabajadores en una parte “Que esta transformación económica tiene que reflejarse también en todas las instituciones”. Esa solidaridad, nos la debemos.

Esta editorial llena de preguntas, no busca culpables ni respuesta a cada una, sino que sirvan para la reflexión. Y acá va la última pregunta que debemos hacernos todxs. ¿Estamos listos para pensar en el otro?

Por Nahuel Sanchez.

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