Tras sus dichos sobre Bettina Romero, el periodista salteño Mario Peña fue denunciado ante el INADI por discriminación y misoginia. ¿Hasta cuando estas acciones seguirán rigiendo la actuación de la comunicación y el periodismo en Salta?
Por: Ana Belén Arjona
«Nena caprichosa», «imbancable», «incapaz», «tuvo uno o dos hijos que se los pago el Estado» son las frases que llevaron a la denuncia por discriminación y violencia simbólica contra el periodista Mario Peña pero son recurrentes cuando una mujer consigue un puesto de poder, la infantilización y la misoginia afloran en los discursos arcaicos a la hora de referirse a una mujer que ejerce la política o que detenta un puesto de poder. Fue Bettina Romero esta vez, la primera intendenta mujer en la provincia, y fue Cristina Fernández en su momento, no las nombro para hacer una comparación, sino para resaltar el hecho de que pareciera que el poder es un tema limitado a los hombres.
Esta nota se podría tratar solamente de las actitudes violentas y discriminatorias contra la mujer porque hay mucha tela para cortar (sobre todo en nuestra Salta «tan conservadora que mata») pero me parece que en este caso también podemos aprovechar para rever los modos de «hacer periodismo y comunicación» en nuestra provincia y cuestionar los discursos que forman la opinión pública. Rodolfo Walsh, modelo de periodista argentino para quienes nos formamos como comunicadores o periodistas, decía «el periodismo es libre o es una farsa«, y aunque lo dijo allá lejos y hace tiempo tiene aún vigencia.
¿Cómo los negocios influyen en el periodismo, en esa búsqueda de la verdad es lo que esta pudriendo en cierta forma los modos de hacer periodismo? ¿es culpa de esa maldita pauta?, todo el tiempo escuchamos como los medios se pelean por la pauta y como toda sus formas se transforman en torno al gobierno de turno, de allí surgen el clientelismo, las verdades a medias y las «campañas políticas» en medios entonces ¿el periodismo es realmente libre o es solo una falacia?.
La situación contra la intendenta capitalina, y aunque no justifica para nada el machismo intrínseco, vendría de un «NO» que tiene que ver con la ya mencionada «maldita pauta», Bettina Romero se negaría a darle la pauta privilegiada que desde hace años los medios acomodados supieron tener en Salta y esto habría causado su ira. Lo que empezó con una serie de notas en contra de las decisiones municipales culminó en lo más explicito del patriarcado, a partir de aquí cabe preguntarnos ¿si la pauta no habría sido negada y los negocios seguirían intactos se habría apuntado contra Bettina? y otra que va directo a la estructura social heteropatriarcal ¿si Bettina fuera hombre se habría atacado de la misma manera?. Lo cierto es que es necesario rever como se hace comunicación en Salta y terminar con una generación que se sigue sosteniendo en los negocios como ideología y en la misoginia naturalizada.
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